Yo sabía que de todos los superpoderes que existen en el mundo de los superhéroes yo había sido bendecida con uno: el del sueño. Sí, directamente del Salón de la Justicia, o del Cubil Felino, o de la caja de dones de Zeus o de donde sea a mi me tocó el superpoder de poder dormirme en cualquier lugar.
Si bien este superpoder parece una boludez, claramente no lo es. ¿Sabés la de veces que aproveche viajes durmiendo, eh? Pufffffffffff! ¿O la cantidad de veces que me evadí de situaciones importantes como una mala película, una clase aburrida, una conversación tet - a - tet, una discusión trascendental con tan sólo cerrar los ojitos, eh? Millones! Es más es medio como el superpoder de la teletransportación, entendés? ... de repente te encontrás en un lugar medio incómodo y vos en vez de ir teletransportarte a París, Tokio o Nueva York, cerrás los ojos y te vas al mundo de los sueños.
Hasta donde yo sabía este superpoder mío tenía una especie de kriptonita. Estoy hablando de una falla, una filtración, una gotera o una falta de apoyo. Eso mismo, que si no tenía apoyo mi superpoder no funcionaba. Es decir yo podía hacer uso de mi sueño siempre y cuando hubiera una ventana, un caño, una agarradera de esas que cuelgan del techo, un hombro ajeno, una manija de asiento o lo que fuera donde cayera mi cabeza.
Pero, y acá viene la innovación, esos días terminaron. Tal como lo muestra la foto de arriba, ahora puedo dormir incluso sin más apoyo que mi propio cuerpecito en un bar boliche con mesita a la calle y respaldo de madera y aire que te llega hasta donde termina el primer tercio de la espalda.