Retrato de una ducha de invierno

Bañarse en invierno es un evento extraño. Ojo! No es que yo no me bañe, no vayas a creer, pero ....

Primero está el momento en que tenés que tomar coraje para meterte en la ducha. (Bah! en realidad el coraje lo tenés que tomar antes, cuando decidís que es un buen moemnto para empezar a ponerte en bolas.)

Segundo una vez que estás totalmente así como Zeus te trajo al mundo, te tenés que meter en la ducha propiamente dicha. Esta acción más vale que no la pienses mucho y la tramites de una.

Tercero, cuando estás abajo del agua calentita, es cuando empiezás a pensar que esto está bueno y que querés más.

Cuarto, y con el baño lleno de vapor cual baño turco, empieza el momento en que Voz Interior te hace acorrdar del planeta y de que hay que salir porque estás gastando agua a troche y moche y que los yanquis se están comprando la Patagonia y la reserva de agua dulce y que entonces va a haber que empezar a agarrase a las piñas para tener un poco de esa agua que en ese momento una misma está desperdiciando (ay! pero qué lindo que es desperdiciar a veces, eh!)

Quinto, y paradójico también, tenés que buscar las mismas fuerzas ( o parientes al menos) que las que encotraste para meterte en la ducha y encomendarte a ellas para que te ayuden a salir....

Buá eso o Voz Interior se corporizó y te cerró la ducha y te mandó a mudar, claro....