viernes, 9 de octubre de 2009

Cooking Time

Y sí ayer a la noche me tocaba cocinar. Porque todo bien con eso de llenar la heladera de imancitos para pedir comida y todo eso. Pero el exceso de delivery puede ser nocivo para la salud. Salud física, mental, estomacal, gustativa. Porque llega un momento en que todo el delivery, pidas lo que pidas desde empanadas hasta comida china pasando por asado, pastas, parripollo o whatever, empieza a tener el mismo gusto. Sí, gusto a comprado. A comida comprada, nada más lejos de la home made food. Y entonces llega ese instante en que necesitás comer algo hecho “con amor” o bueno, no por dinero al menos.
Igual dentro de todo con la cocina, siempre que no sea por obligación, yo me llevo bastante bien. Hasta hago catarsis y todo. Así que llegué ayer a casa, puse música bien alta, me vestí con esa ropa con la que de ninguna manera salís a la calle (bueno yo por ejemplo a sacar la basura, en una de ésas sí salgo así. Para qué mentirnos) y me dispuse a jugar a Doña Petrona, o Maru Botana (si sos demasiado joven y no sabés quién era Petrona).
Abrí la heladera y encontré tapas de tarta. Vi los huevos. Me acordé que tenía cebolla y queso. Fresco, semi duro, untable … si hay algo que no faltará en mi casa eso es el queso. Listo, no tenía nada más que pensar. La cosa estaba resuelta. Comería tarta de cebolla y queso.
Empecé con el picado de la cebolla, siempre con anteojos para llorar menos, claro. En breve probaré con antiparras, en una de ésas no llorás nada con antiparras. Tomasita como de costumbre perseguía al felino para atraparlo. El felino corría por todos lados y se trepaba donde podía. Y yo cuchillo en mano y a los gritos pelados:

Andre:- Mugre (el nombre del gato) ¡Bajate de ahí, querés! ¡Salí de acá no ves que estoy cocinando, eh?! Rajá!
Tomasita! Dejalo en paz! Pobrecito!

En eso la perra se tranquilizó un poco y se sentó al lado mío. Yo respiré. Y seguí abocada a la tarea del picado de la turra de la cebolla que me hacía lagrimear. Prendí el fuego, puse la sartén y empecé a echar la cebolla. Haciendo gala de mi torpeza unos pedacitos se me cayeron al piso, la cuadrúpeda se acercó a ellos y los olió. Mientras yo pensaba “bueno no se va a comer esto, es cebolla”, ella muy campante abrió su bocota y engullió la cebolla que encima estaba cruda.

Andre:- Ah, no! Pero ¿qué hacés? Cualquiera que te ve pensaría que no te doy de comer. Y eso que te compro de todo…. Que balanceado, que hígado, que arroz, que carne picada …. ¡Muerta de hambre! ¡Eso que parecés una muerta de hambre!
Ahora eso sí, te digo una cosita… yo no seré la femineidad que camina …. Pero ni se te ocurra darle un beso a un perro ahora, querida!

1 comentario:

Si cada uno "hace lo que puede" ma' decí lo que se te antoje, querés!