lunes, 7 de septiembre de 2009

Shopping time!

Finalmente el día llegó y Gustavo y yo fuimos a comprar varios menesteres para la cocina y el baño. Paseamos por Easy y por un par de lugares más que tienen cosas para la construcción. Ahí me di cuenta de algunas cosas importantes:

1- Soy terriblemente indecisa. Puedo estar que sí que no por horas. Elegir un color me toma años. Puedo dar vueltas y vueltas entre un naranja durazno y un naranja damasco. Todo es fatal para mi. Como si después no se pudiera cambiar. Como si intentara (léase que dije intentara, soy ingenua pero no tanto, che) ser una institución más para siempre que el matrimonio.

2- Me encantan las pelotudeces y odio pensar en lo importante como los azulejos, ponele. A mi dejame eligiendo la cortinita del baño o la lámpara del living que soy feliz. Lo que “realmente importa” eso que tenés que pensar mejor porque después te cuesta un ojo de la cara cambiarlo, eso me agota. Eso que lo piense otro.

Ah! y lo más trascendental, me di cuenta que fue una de las pocas veces en la vida en las que agradecí ser soltera. Es que, claro, la soltería te permite elegir todo a vos. Te deja pintar el cuarto de rosa y el baño de violeta. Comprar lámparas y cortinas de lentejuelas y otras de bolitas que brillan. No hay necesidad de negociar nada con nadie. Nada de minimalismo ni utilitarismo. Nada de “¿y para qué querés esto?”. No Sra. No Sr. Yo te agarro las cajitas estas que son lindas pero no sé bien para qué las quiero sólo las compro porque me gustan sin necesidad de darle ninguna explicación a nadie más que a mi misma.
Y así mi soltería y yo nos engolosinamos siendo testigos de escenas como éstas:

Escena 1: La pareja despareja: A ella se le va la vida en cada posibilidad de elección, a él le chupa un huevo. Ella emocionadísima. Meta elegir. En algún momento hace un parate y le pregunta a él: “¿y mi amor, te gusta este azulejo ‘azul océano’ como guarda del baño chiquito?” Él la mira resignado, con cara de decidite de una vez y dejame de romper las pelotas, “Sí, linda. Es divino, me adivinaste el pensamiento”

Escena 2: Los escandalosos: Esta pareja discute por todo, todo el tiempo. Se olvidan de donde están. Se olvidan de guardar las formas. Se olvidan de esto de ‘si gritamos como los Campanelli por lo menos que no se note, o al menos no se note tanto’ No les importa nada. Cada decisión es una batalla campal. Discuten, discuten y discuten hasta que uno de los dos (en general él) se empaca y se sienta en un rincón al grito de “¡ma’ sí poné lo que quieras pero vámonos de una vez!”

Y enotnces ahí entre esas baldosas, porcelanatos, pinturas, guardas y demases terminé de elegir, diseñar y comprar casi todo para mi casa de solterita o de minita, como me gusta llamar a mis excesos de brillitos y colores como el rosa chicle. Ahora venía la otra parte, la de los albañiles ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si cada uno "hace lo que puede" ma' decí lo que se te antoje, querés!